miércoles, 27 de agosto de 2008

Rendre à Cesar

Ayer estuve hasta tarde escribiendo la anterior entrada. Ya en la cama, para coger el sueño, leí un rato El mal de Montano. Quizás por eso haya soñado esta noche que rescribía Dar al César de Marguerite de Yourcenar. Estaba entusiasmado con esta obra dramática así que decidía volverla a escribir yo mismo, pero cambiándola, pensaba, cambiándola.
No obstante, ahí me descubría, con el librito abierto a mi izquierda y el ordenador a mi derecha cogiéndome a mí mismo en flagrante delito de plagio. Todos los cambios se reducían a pasar la historia de la Italia de Mussolini, a la España de Franco (Francisco, no Jesús, se entiende) modernizando un tanto el lenguaje por el camino.
A las pocas horas, cuando ya estaba terminando mí tarea de escritor (de copista) me hacía notar a mi mismo que por eso podía ir a la cárcel, y me preguntaba, ¿por qué no lo has escrito en forma de novela en vez de hacer una obra dramática? Se me olvidó, me respondía. Y aún yo me contestaba, mete algún cambio para disimular, anda. Y yo claro, solícito conmigo mismo, decidía saltarme la penúltima escena y buena parte de la última (ahora me doy cuenta que así sucede en Vampir-Cuadecuc). Hm, está bien, no sé si nos van a pillar, por suerte hemos cambiado el final.
Por otro lado, en mi vida he pasado de la decena de páginas de Rendre à Cesar (Dar al César), de Marguerite de Yourcenar.

Va de vampirs

Cito verbatim a Rosario Girondo, matrónimo del narrador que escribe un diario personal que resulta ser El mal de Montano, la novela de Enrique Vila-Matas: “lo que voy a contar puede parecer una coincidencia muy curiosa o una casualidad muy casual”.
Digo que cito pero ni siquiera sé si estoy citando al narrador, inventado por Vila-Matas, que utiliza el nombre de su madre para escribir un diario personal, o al propio Vila-Matas que utiliza el matrónimo de un narrador indefinido para escribir un diario personal. Puedo intuir sin embargo que poco importa. Pensará el lector que, sea quien sea, no dejo de citar a Vila-Matas que estará al final de la cadena de voces impostadas. Pero es que es El mal del Montano un diario-novela atravesada por lanzas literarias, una novela llena de agujeros que abren al más atrás, que buscan desesperadamente el orígen, huecos que abren a otras voces donde el propio Vila-Matas se convertiría por momentos en un muñeco, un ventrílocuo que recita Hamlet, animado por Shakespeare, claro. Shakespeare impostando la voz de Hamlet impostando la voz de Vila-Matas impostando.
Sea cual sea la identidad de quien nos habla, de quien se dirige a nosotros dirigiéndose a su diario íntimo, lo cierto es que Rosario Girondo, que nace como Enrique Vila-Matas en 1948 en Barcelona, confiesa parecerse peligrosamente a Christopher Lee cuando hace de vampiro. Debe querer decir Rosario que se parece al Conde Drácula cuando lo interpreta el individuo Christopher Lee. En fin, es el mundo de Rosario un mundo de parecidos, como el de su mejor amigo, Felipe Tongoy, la viva imagen de Nosferatu.
Un inciso.
Estoy sentado en el sofá escribiendo estas líneas. Entretanto voy echando un ojo a una serie, no muy interesante pero entretenida, Moonlight, de vampiros. (Un poco reaccionaria). (Espero ansioso True Blood).
Leo estos días El mal de Montano. Leo sobre Nosferatu y sobre Christopher Lee y, fíjate qué coincidencia más curiosa o qué casualidad más casual que, hoy, me he encontrado a éste último. Estaba allí, en la pantalla, el fantasma-Lee que interpretaba al fantasma-vampiro y que acababa convirtiendo al Conde Drácula en, como mínimo, un fantasma al cuadrado, la apariencia de una ilusión.
A Lee lo he conocido en Vampir-Cuadecuc (1970), de Pere Portabella. Interpretaba por enésima vez a Drácula, en esta ocasión en una película de Jesús Franco que se rodó en Barcelona. Mientras Franco, Jesús, filmaba su película, Portabella y su equipo rodaban el rodaje para recrear la historia de nuevo, para hacer su propia película revelando en el mismo movimiento todos los trucos del género. Pese a todo, el filme no se agota con ese desvelo, con esa insistencia en romper la ilusión mostrando sus entrañas, sino que coquetea con el juego de espejos infinito cuando vampiriza una película que vampiriza la novela de Bram Stoker que a su vez se apropió de una leyenda popular sobre Vlad Tepes, el empalador, en su tiempo una persona de carne y hueso y ahora como máximo un personaje de carne y hueso. Y aún, el filme, no agota ahí toda la sangre que puede ofrecer, porque lo que parece proponerse por debajo de sus imágenes alucinadas es la relación entre el vampirismo y la imagen. Aunque no voy a seguir por aquí hoy. Mi intención era tan solo poner de manifiesto la relación azarosa que se ha establecido entre una novela y una película, una relación que se ha establecido gracias a mí y en mí y por mí.
Yo mismo soy el hilo. Yo soy la relación.
Me despediré de la película apuntando lo angustioso que resulta siempre ver una película de Pere Portabella. El caso que nos ocupa, Vampir-Cuadecuc, es una película de imagen y de textura, una película de contemplación. Tiene tanta fuerza que el celuloide se apropia del espectador, lo hace desaparecer en el material, sume al espectador en el arrebato (¿Otra película de vampiros?). Aunque si digo que es angustioso es más bien por las interferencias de lo inteligible en lo sensible y de lo sensible en lo inteligible. He esbozado muy sumariamente los temas que toca el filme para más adelante defender que el espectador se pierde sin mucho esfuerzo en sus formas que devienen por instantes abstractas. Lo angustioso es entonces la apelación intelectual que hace el filme al espectador cuando éste sólo querría abandonarse a lo sensible. Por el contrario, cuando éste consigue montarse en una veta interpretativa, la ansiedad la provoca la imposibilidad de seguirla por la irresistible llamada de la belleza de lo sensible. Ya lo dije en su día en relación a El silencio antes de Bach (2007), en Portabella lo bueno y lo bello, lo sensible y lo inteligible, se cortocircuitan constantemente.
Me despediré de la novela preguntándome por qué en una novela sobre la voz y el origen Enrique Vila-Matas se obsesiona tanto con los parecidos. ¿Estará también haciendo referencia a la relación entre el vampirismo y la imagen? ¿Qué hay de vampírico en el o lo parecido? Y por último pero no menos importante, salvando las edades, ¿quién se parece más a Christopher Lee, Enrique Vila-Matas o Josep Maria Català?

jueves, 21 de agosto de 2008

Quince minutos y veinte segundos

Querido Doctor Tarnopol,

Le escribo esta carta largamente postergada con la intención de exponerle la situación en la que me veo envuelto actualmente. Se que entenderá que recurra a usted en estos días de dificultad. Cuando vivíamos con Fanny en Barcelona las visitas que le realizábamos en su antigua consulta de la calle Valencia eran para nosotros, dos jóvenes con ganas de conversar y aprender, motivo de felicidad. No por estar en un momento delicado de salud dejábamos de disfrutar de las atenciones que con gran afecto y profesionalidad nos brindaba. Recuerdo que por aquellos tiempos usted era para nosotros un buen consejero y un mejor amigo. Nos sentábamos en la sala de espera silenciosos, ojeando una revista o mirando por la ventana de su consultorio, guardándonos nuestros mejores comentarios para la visita con usted, qué inexpertos éramos entonces pero qué ajustados eran siempre sus recomendaciones y observaciones. Cuando la enfermera decía nuestro nombre, avanzábamos temblorosos, entonces Fanny me cogía de la mano y yo se la apretaba fuerte para darle ánimos, la puerta estaba entreabierta al final del pasillo y a cada paso que dábamos veíamos un poco más del interior, los sillones de piel estilo Breuer, las estanterías con los frascos de farmacia de principios de siglo, la mesa de caoba y detrás, ojeando unos papeles con las gafas en la punta de la nariz, mi buen doctor Tarnopol. Qué buenos recuerdos conservo de aquellas visitas y qué lejos quedan ahora confundidos con el dolor que vino después y que todo lo marcó.

Hace tiempo que vengo discutiendo conmigo mismo acerca de si una carta es la mejor manera de presentarle mi problema. Por motivos que usted conocerá de sobra me hallo viviendo en Estados Unidos, concretamente en una colonia a las afueras de Omaha, un remanso de paz ideado para aquellas personas que necesitan desconectar del ajetreo diario durante una temporada, un lugar en las montañas en el que coger el impulso suficiente para volver a la realidad. Por el momento me es imposible trasladarme a Barcelona para conversar con usted, sé que no hace falta que le de más explicaciones y es por eso que he atrevido a escribirle esta carta. Verá doctor -qué difícil se me hace ahora empezar a escribirle el dolor que es el pesar de mis días, sé que si estuviera delante mío una leve inclinación de su bella cabeza bastaría para que empezara a hablar, pero en la cabaña de madera en la que estoy no hay nada ni nadie que me diga cuando debo empezar a contar mi problema- desde hace más o menos un año me viene preocupando cierto problema de salud relacionado con el funcionamiento de mi aparato digestivo. Sin necesidad de dar más vueltas le diré que cada alimento de ingiero, sea sólido o líquido, vuelve a salir por el lugar por el que entró. El lapso de tiempo que los alimentos permanecen en mi cuerpo es exactamente de quince minutos y veinte segundos, ni más, ni menos. Lo curioso del caso, al menos desde el punto de vista del hombre de ciencias que soy, es la regularidad de los espasmos que atacan mi estómago. Regurgito siempre con la misma violencia, inclinado sobre la taza del lavabo, durante medio minuto, emito entonces unos ruidos como de bestia moribunda y acto seguido me miro en el pequeño espejo que tengo sobre la pica, cuando me observo en su superficie, no me reconozco doctor, tardo un instante en asociar ese rostro desencajado con el de mi persona. Mis ojos están siempre llorosos y en el mismo gesto de limpiarme las lágrimas apuro la bilis o los alimentos que se han quedado colgando de la comisura de mis labios. Es un movimiento mecánico, como si mi brazo y mi mano actuaran sin necesidad de órdenes previas por parte del cerebro. ¿No es curioso lo que le estoy explicando? Que mi cuerpo a los quince minutos y veinte segundos sepa que los alimentos no pueden permanecer por más tiempo en el interior del estómago, que los espasmos duren siempre medio minuto y esa extraña sensación que me invade después de vomitar. Los doctores que he visitado durante los últimos meses no han sabido hallar una explicación plausible para lo que me está ocurriendo, me han hecho infinidad de pruebas -si mira en el interior del sobre verá que le he adjuntado todos los análisis, pruebas y diagnósticos de los tres prestigiosos doctores que he visitado- pero después de varios tratamientos el problema persiste y empiezo a temer por mi frágil salud. Existe otra peculiaridad en el caso que aun no me he atrevido a relatarle -es posiblemente lo que más ha inquietado a los médicos que he visitado en los Estados Unidos- durante el último año, tiempo en el que vengo sufriendo estos calambres del aparato digestivo, he engordado veinte quilos. Le puedo asegurar que la cantidad de comida que permanece en mi estómago y que por tanto soy capaz de absorber no llega al diez por ciento del total ingerido –no le explicaré cual es el método que he utilizado para hacer tal comprobación, solo le diré que se trata de una prueba realizada siguiendo un estricto método empírico- por lo que en realidad mi cuerpo está engordando al margen de mi alimentación. ¿Qué le parece? Como puede suponer me encuentro en una situación desesperada, no quiero por otra parte que se tome esta misiva como un grito de auxilio de un exiliado moribundo, simplemente le he escrito porque tengo un gran concepto de su capacidad analítica y soy consciente que usted es una de las personas que mejor conoce mi historia personal, su familiaridad con los datos biográficos y psicológicos que le proporcioné en el pasado pueden sernos de estimable ayuda en asunto que aquí nos ocupa. Espero que mi caso le haya despertado la curiosidad suficiente y que si dispone de algún tiempo pueda estudiarlo con detenimiento. Por supuesto, si quiere consultar mi caso con alguno de sus colegas es libre de hacerlo, le doy absoluta libertad, confío plenamente en que sabrá administrar con juicio lo que aquí le he contado. Le animo a que en su carta de respuesta, si es que lo estima necesario, me cuenta lo que ha estado haciendo desde que se jubiló, estaré encantado de conocer todos los detalles de su plácido y merecido retiro.

Le saluda cordialmente,

Alex De Pas

P.D.: Le agradecería que no mencione a Fanny en su carta. Todo es demasiado reciente. ¡Qué historia tan triste y cargada de dolor!

martes, 19 de agosto de 2008

¿Tienes financiación? (2)

Todo eso me contó. Que habían conversado en el tren llegando ya a la estación, que más tarde había oído la noticia en la radio o la había leído en el periódico. O que quizás la había visto en la televisión, no puedo asegurar si era él o soy yo quien lo ha olvidado. En todo caso me la dijo citando. Falsamente claro. Dando a entender que, aunque no fuera exactamente eso lo que habían dicho, era más o menos eso lo que habían dicho e incluso bien podía ser exactamente eso.
Luego añadió que la chica llegaba tarde.

- Me dijo que llegaba tarde.

Resulta que el tren había salido con un cuarto de hora de retraso. Según me contó ella se dio cuenta llegando ya a la estación, era poco probable que le diera tiempo a coger el AVE que la llevaría a Madrid donde, siempre según lo planeado, cogería el vuelo hasta Nuakchott para luego ir hacia el campamento en las cercanías de Oulata. Te das cuenta, me dijo despegando la espalda de la silla para acercarse, que esa chica puede haber y puede no haber estado allí. Y luego, si se escapó, si no llegó a coger el tren y por lo tanto no llegó a vivir el punch, me pregunto cómo habrá dormido. O más bien qué habrá pensado en la cama, justo antes dormirse, sin poder hacerlo. Me pregunto si se habrá podido quitar de la cabeza una cosa que no ha pasado y que se pega a la piel como si lo hubiera hecho. Que se pega a la piel como si lo hubiera hecho, eso me dijo. Luego nada. Discutimos un poco sobre fútbol y otras banalidades que no merecen atención alguna.

miércoles, 6 de agosto de 2008

¿Tienes financiación?

Me preguntó si tenía financiación.

-¿Tienes financiación?

Me dijo que su mejor amiga era la directora de una importante organización que, entre otros menesteres, se dedicaba a financiar este tipo de cosas. No con mucho dinero pero si el suficiente como para poder vivir durante algún tiempo de forma holgada, sin tener que preocuparse por el trabajo o de andar pidiendo dinero a los familiares y conocidos. Te pagan por hacer aquello que te gusta, que te gusta a ti se entiende. Sí, está bien. Por interés o tal vez por cortesía, le pregunté por el destino del tren que tenía que coger cuando el nuestro llegara a Barcelona. Cojo el AVE dirección a Madrid y de allí cojo un avión a Nuakchott, en el aeropuerto me espera un transporte, que me llevará al este del país, a un campamento a unos cien kilómetros de Oualata.

… se ha producido un golpe de estado. Un grupo de militares rebeldes han tomado el palacio Presidencial de Nuakchott y han retenido al presidente Sidi Ould Cheikh Abdallahi. Los generales que encabezan el putsch fueron destituidos esta misma mañana, poco después llamaron a los soldados del ejército a rebelarse contra el poder democrático. Las emisiones de la televisión y la radio pública del país han sido interrumpidas. La colonia española compuesta por más de 150 personas, en especial cooperantes, se encuentra bien. La embajada ha explicado…